jueves, 25 de mayo de 2017

En la Universidad de Salamanca, una interesante conferencia de D. Miguel de Unamuno

El Sol (Madrid), 1 de diciembre de 1931

DICE QUE, MÁS QUE EN UNA REPÚBLICA DE TRABAJADORES, VIVIMOS EN UNA REPÚBLICA DE FUNCIONARIOS, Y ACONSEJA LA UNIÓN DE TODOS LOS ESTUDIANTES

SALAMANCA, 30 (9 m.).― Ayer tarde dio en la Universidad su anunciada conferencia D. Miguel de Unamuno, primera de las organizadas por la Asociación de Estudiantes de Derecho. El paraninfo se hallaba totalmente lleno de público. En los escaños tomaron asiento catedráticos de las distintas Facultades, asistiendo también la directora general de Prisiones, señorita Victoria Kent, y el subsecretario de Fomento Sr. Gordón Ordás. Ocuparon la presidencia los estudiantes de Derecho D. José Duel y D. Máximo Sánchez Gómez. El Sr. Duel dirigió la palabra al numeroso público, diciendo que no necesitaba hacer la presentación del Sr. Unamuno, y únicamente se limitaba a darle las gracias por haber aceptado el inaugurar este ciclo de conferencias.

COMIENZA LA CONFERENCIA

Sentiría mucho ―dijo el señor Unamuno― que por circunstancias fortuitas ―casi todas las circunstancias son fortuitas― llegara a defraudar; no vengo en el estado de espíritu propicio para dirigiros la palabra. Únicamente lo hago por un sentimiento de deber y una obligación contraída, porque yo no sé negarme a los requerimientos de la juventud. En esta temporada he venido hablando más de lo debido, y puede que me llegue a ocurrir lo del dicho vulgar de “disparar primero y apuntar después”. Aun llegan a mí los ecos que provocaron las últimas palabras que desde este mismo sitio pronuncié al inaugurar el curso 1931-1932.

Llegaron ha poco a mí estos jóvenes a decirme que habían constituido la Asociación profesional de Estudiantes de Derecho; por entonces se celebraba en Madrid el Congreso de la F. U. E. Yo creía que en Salamanca subsistía aun esta Asociación; pero veo que se ha deshecho, pues no tuvo representantes en el citado Congreso, y es que con ésta sucedió lo que sucede con todas las Asociaciones de estudiantes: que son follaje de la primavera, que al llegar al otoño cae, y menos mal si al caer sirve de mantillo al árbol para que pueda dar fruto en la próxima primavera.

Corren en nuestra patria todas el mismo riesgo: que duran muy poco: se reducen a dos o tres muchachos de acción, de entusiasmos, que mueven a los demás; pero que cuando aquellos desaparecen porque terminaron sus estudios, desaparecen ellas.

Una de las mayores dificultades para la vida de las Asociaciones es que no son dirigidas por elementos de fuera. Ahora, que más lamentables son las Asociaciones de padres de familia, que no tratan precisamente de que sus hijos estudien, sino de que aprueben.

LA CUESTIÓN DE LOS PROGRAMAS Y EL PREPARATORIO

Es la época clásica de la protesta. Y hay algunas que no están desprovistas de razón. Ahora mismo se está pidiendo la supresión del preparatorio, que no sé si prepara o no prepara para algo. La cuestión de los programas es cosa verdaderamente horrible, y si yo no he ingresado en ningún partido político es porque siempre estuve a matar con los programas.

Cuando yo era estudiante, en el preparatorio de la carrera de Derecho se exigía la Literatura latina, que yo no sé por qué había de ser precisamente latina. Luego, la Lógica fundamental, que yo creo que lo más fundamental es lo elemental, y una serie de introducciones, como si las introducciones a una cosa no fueran la cosa misma. Si la introducción a la Historia no es historia, no es nada. Sin embargo, ahí está la cuestión de las lenguas. Es una vergüenza que en un país se llegue a obtener un título sin saber traducir ni francés. Eso debéis vosotros los estudiantes pedirlo; no que os lo exijan, sino que os lo enseñen.

La mayor parte de la desventaja universitaria está en la falta de la graduación en las enseñanzas primaria y secundaria, pues se sale de los Institutos sin saber siquiera escribir una carta, y es más, la mayoría de los jóvenes españoles no ha aprendido a escribir ni en castellano, y por tanto, no es raro encontrar por ahí doctores de “escopeta y perro”, analfabetos por desuso. (Aplausos.)

LA POLÍTICA Y LA UNIVERSIDAD

Aquí es muy raro encontrar una persona que escriba con soltura y con precisión, porque todo aquel que lo hace así se dice que escribe oscuramente, y por el contrario, al que habla por hablar y escribe en una sucesión de palabras que no dicen nada, a ése se le llama claro en su estilo, que yo, apropiándome de un término médico, lo motejaré con el calificativo de cirrótico. Muchas veces se dice que se sabe, pero que no se puede expresar, y yo os digo que el que no puede expresar una cosa es que no la sabe.

Y volviendo a lo dicho: todas las Asociaciones de este género que he visto nacer llegaron a morir, y muchas de ellas sin dejar rastro. La última, la F. U. E., que duró un poco más porque fue un movimiento civil, no académico, de orden político. Muchos dijeron que a la Universidad no se viene a hacer política; se viene a estudiar. ¡Como si el estudiar no fuera hacer política, o como si el hacer política no fuera el mayor de los estudios conocidos! De la Universidad siempre existirá una labor de educación ciudadana. Yo desde fuera, a raíz de arrancarme de mi casa y de mi cátedra, estuve alimentando aquel movimiento de la estudiantina española.

Hace referencia el ilustre rector a ciertas anécdotas de otros profesores de las naciones vecinas comparándolos con los nuestros, y saca de ello graciosas consecuencias. Dice que es peligrosísimo para la fe el calificar a las Asociaciones de estudiantes con ciertas palabras de carácter confesional, que quiere decir que los restantes no son lo que ellos pregonan.

Hace muchos años ―dice― que circulaba un librito que causó una repercusión enorme. Se titulaba El liberalismo es pecado, y en él se sostenía que su gravedad era mayor que la del adulterio, la blasfemia y el robo. Y con ocasión de un banquete dado en ésta al conde de Romanones, un individuo que le acompañaba, al dirigir la palabra a los asistentes al acto, dijo que él era liberal, pero no de ese liberalismo corriente, sino del otro, del que es pecado. (Risas y aplausos.)

Yo conocí aquí a un señor que estaba algo chalado, y un día le dijo a la criada, que no había ido a misa, que eso constituía un pecado mucho mayor que el robo de 5.000 duros, y la criada sacó la consecuencia, no de la gravedad de no ir a misa, sino de la insignificancia de robas esos miles de duros.

LA MISIÓN DE TODOS

Hace alusión a la cuestión de la libertad de enseñanza, y dice que esta libertad no podrá ser precisamente libertad de no enseñar.

Yo os ruego que os unáis todos: los que tenéis fe, los que no la tienen, los que la buscan y no la encuentran, los que la perdieron y no les duele el haberla perdido. Os pido que os unáis en hermandad para la pelea, pues no hay abrazo más grato que aquel que al terminar un combate se dan los combatientes por encima de los que en la lucha han caído. (Ovación cerrada.)

No envenenar vuestras luchas; son cosas de primavera. Yo a los años juveniles casi prefiero la madurez otoñal. Me placen más a la vera del río las hojas caídas que el verde agrio de una primavera. Y después, ¿qué quedará? Algunos recuerdos para que pueda haber alguna esperanza, que las esperanzas no existen si no tienen base en un pasado. Hace alusión a sus tiempos de niño en una escuela cuyo maestro no enseñaba nada, pero que era un mundo en pequeño. Allí estaban el cacique, el industrial, el financiero y él, que en aquellos tiempos se sentía ultrajabalí.

Se dice que estamos en una República de trabajadores, y por los últimos acontecimientos más bien creo que es una República de funcionarios, en que todos quieren vivir a costa del Estado. Después de detenerse brevemente a analizar, con admirable ironía, el problema de los maestros de escuela, D. Miguel de Unamuno termina diciendo: Feliz aquel que conserva siempre en el fondo de su espíritu la niñez, que no olvida el niño que llevamos dentro, que es el que nos justifica y nos salva. Creamos siempre en nuestra fe de niño para poder combatir el veneno y ver en aquel que se nos acerca un padre y no el caudillo que nos lleva a la matanza.

Una enorme ovación acoge las últimas palabras del rector de la Universidad.

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