miércoles, 14 de febrero de 2018

De Don Miguel de Unamuno sobre Ramón de Basterra

El Sol (Madrid), 30 de enero de 1935

Sr. D. Pedro Mourlane Michelena.

En efecto, mi querido amigo. Como dice usted en las columnas dedicadas en EL SOL de ayer ―hoy, 28-1― dedicadas a nuestro Ramón de Basterra, la carta que me pedía que contribuyese a tal homenaje ―contribución para mí obligatoria― llegó a mi poder tan tarde, que no habría podido sino a lo más enviarle cuatro líneas telefónicas y mal improvisadas. De nuestro Basterra, del Basterra de nuestra Bilbao de España, debería hablar con sosegada emoción.

Leí con agradecimiento ―¡así!― cuanto usted y los otros cinco dijeron de nuestro poeta. Poeta, es decir, creador. Y creador ―o recreador, que es lo mismo― de lengua. Forjador, como nuestros antiguos ferrones, de un idioma vascocastellano tan acerado como flexible. Un idioma poético ―creativo― con que nuestro pueblo sacará a luz entrañas que no habría podido sacar con nuestro milenario vascuence de abolengo. Hemos conquistado el romance castellano; pero lo hemos conquistado no para nosotros, sino para los españoles todos. Quiero decir para todos los que hablan este idioma imperial, incluso los filipinos del último canto de Rizal, esos filipinos a quienes ganó para la civilización universal nuestro Miguel López de Legazpi.

Luchó Basterra amorosamente ―hasta con furia de amor― con este maravilloso idioma romance, en lucha en que las discordancias se hacen concordancias vizcaínas. Hay acaso secretos en el romance castellano que nosotros, los vascos, podemos descubrir mejor que los castellanos mismos. Secretos cantábricos y pirenaicos.

No soy yo, amigo Mourlane, quien debería escudriñar todo lo que el espíritu vasco ha dado y sigue en dar a nuestro común idioma universal castellano ―escrúpulos de pudor y hasta de lo que de modestia me quede me lo vedarían―; pero aun así y todo, lo haré algún día. Y no se trata ya de aquel puro, sencillo, clarísimo y trasparente castellano de nuestro Trueba ―las Encartaciones de Vizcaya en que él mamó su lengua es una de las comarcas en que mejor se ha hablado siempre la lengua española―, del Trueba de la “honrada poesía vascongada”, que dijo, no sin dejo socarrón, D. Marcelino; se trata de otro nuevo castellano, del de nuestra Bilbao, de nuestra milagrosa Bilbao, de la Bilbao que le dio a Basterra, como me ha dado a mí, lo mejor de nuestro empuje creativo. Al pie de una vieja ferrería vizcaína habría que entonar las aceradas estrofas de Basterra, de hierro vizcaíno, largo ya en obras de palabra.

Aun me queda que decir. Siempre queda.

Y en tanto, en memoria de aquel poeta de cuyos íntimos dolores nos condolimos, le envía un abrazo, Miguel de Unamuno.

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