Heraldo de Aragón (Zaragoza), 1 de enero de 1932
Si se le pone a un sujeto en un terreno bien llano con los ojos vendados y se le dice que marche en línea recta, discurre una muy amplia curva o hacia la derecha o hacia la izquierda, siempre el mismo sujeto al mismo lado. A los que tiran, inconcientemente, a la derecha se les llama dextrógiros, y a los que tiran a la izquierda, levógiros, términos tomados de la química. Como también cuando, de ojos cerrados le va cogiendo a uno el sueño, se le coge a él ya recostándose del lado del corazón, la izquierda, ya del lado del hígado, la derecha, y muy pocos, que luego suelen ronzar, cara arriba. ¿Dependerá esto de lo que los antiguos médicos ―físicos se decían a sí mismos― llamaban humores o temperamentos? Sanguíneo, bilioso, melancólico y flemático según Galeno. En todo caso, lo de tirar a la izquierda o a la derecha nada tiene que ver con la geometría sino con la fisiología o si se quiere con la humorística. Y tal vez con la peculiaridad de los zurdos y de los maniegos o ambidextros como por otro nombre se les llama.
En geometría pura, que es razón, que es matemática, que es ideología, no hay derecha ni izquierda, como no hay arriba ni abajo, delante ni detrás: No hay ni puede haber ideología levógira, izquierdista, ni dextrógira, derechista. Y además, ¿cuál es la izquierda o la derecha de un objeto? Es como cuando se habla del sentido del reló. Tal como le miramos va a la derecha desde las 9 a las 3, luego, desde las 3 a las 9, a la izquierda. Pero mirándole del otro lado la cosa cambia. Como en el mapa en que se dice que el Norte está hacia arriba, el Sur hacia abajo, el Este a la derecha y el Oeste a la izquierda. Lo que viene de la mala costumbre de no enseñar a los niños geografía en mapas horizontales y mudos.
Trasládese todo esto a la política y se verá que no es matemático, que no es ideológico, que no es racional hablar de programas de izquierda y de derecha. Como es otra irracionalidad decir de más avanzado o más retrogrado. ¿Por qué la izquierda ha de ser más avanzada que la derecha? Todo eso es temperamental o humorístico, tal como ser optimista o pesimista. Y esos temperamentos políticos se manifiestan cuando se le vendan a un sujeto los ojos o cuando los cierra al ir a dormirse, esto es a no pensar, a lo más soñar.
“Nadie entre aquí sin saber geometría”, dicen que ponían los platónicos en sus escuelas. Y eso habrá que poner en las escuelas de política. Y así a nadie se le ocurrirá el desatino de pensar qué es de izquierda y qué es de derecha, si el individualismo ―su extremo el anarquismo― o el socialismo ―su extremo el comunismo―, si el federalismo o el unitarismo, si el liberalismo o el democratismo. Y tan absurdo como lo de la izquierda es lo de radical. Otro término que no quiere decir nada claro y preciso. Adscribirse al izquierdismo o al derechismo, al radicalismo o al moderantismo es cerrar los ojos y renunciar al discurso racional, geométrico.
Triste cosa tener que repetir de vez en cuando estas nociones tan elementales y obvias, pero ¿qué se quiere donde se llega a bachiller sin distinguir una hipérbola de una parábola, y sin saber construir un cuadrado de área triple, quíntuple, séxtuple, etc., de otro, y eso que se le enseñó al aire el teorema de Pitágoras? Y sin noción clara de la línea recta, indefinible como es indemostrable el postulado de Euclides.
¡Y qué peligroso es discutir de política en dialéctica geométrica, matemática racional! Desde joven cobré la habilidad de leer y escribir de abajo arriba, o sea con las letras vueltas en tal sentido, y también de leer y escribir al través ―lo que los ingleses llaman mirrorwriting― como escriben los litógrafos o como para que pueda leerse al trasluz. Esto me ha enseñado a mirar las cosas de todos lados, en cualquier posición y a percatarme de que b, d, p, q, son, geométricamente, la misma letra y sus diferencias sólo de posición.; basta hacerla de alambre y ponerla en una u otra postura. Pero esto resulta una habilidad desdichada cuando hay que tratar con gentes que no ven así, en pura geometría. Como es otra habilidad desdichada la de llegar en fuerza del estudio del lenguaje, de filología, a escribir con precisión, porque ésta, la precisión, suele resultarle al lector perezosos oscuridad. ¿Está claro? Por lo cual no estaría de más que nuestra juventud se dedicara un poco más y mejor a estudiar geometría y filología para no caer en los camelos políticos del izquierdismo, el derechismo, el radicalismo, el reaccionarismo y otras vaciedades por el estilo para uso de durmientes.
Madrid, diciembre de 1931.
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