Ahora (Madrid), 27 de diciembre de 1933
A Don Miguel Maura
Continuando mi lectura de la Historia literaria del sentimiento religioso en Francia desde las guerras de religión hasta nuestros días, del abate Bremond, que fue de la Academia Francesa, llegué a cuando trata de aquel Dom Marlene, benedictino de la Congregación de San Mauro que escribió la vida de aquel otro benedictino que fue Dom Claudio Martin. Y me encontré (página 179 del tomo VI) con esto: “Volver a encontrar así sus propios pensamientos, sus sentimientos, en los textos antiguos es toda la poesía de los Mauristas.” Claro está que estos mauristas son los eruditos benedictinos de San Mauro; pero esa coincidencia verbal me sirvió de eslabón de arranque para una cadena de reflexiones.
Con aquellos religiosos mauristas franceses del siglo XVII se puede, en algunos respectos, cotejar nuestros más que religiosos políticos tradicionalistas del siglo XIX y aun de éste. También es su poesía volver a encontrar sus propios pensamientos, sus sentimientos, en textos antiguos, aunque, con harto deplorable frecuencia, muy mal interpretados y no siempre bien leídos. Su dechado ha sido don Marcelino Menéndez y Pelayo, maurista en el sentido antedicho, o sea tradicionalista. Aunque para los netos y puros tradicionalistas, para los no mestizos, pecara un poco del otro maurismo, del de don Antonio Maura, el que declaró que el liberalismo es el derecho de gentes moderno. Y ahora voy a contar un pasillo característico y que nos viene al pelo.
Tuve un amigo, José María Soltura, curiosísimo de cosas de espíritu, el que llevó a Bilbao a Ibsen, a Strindbeng, a Nietzsche, cuando aun no habían apenas llegado a Madrid. Le interesaba mucho la vida religiosa y la monacal, no siendo creyente católico. Y una vez que se paseaba por las afueras de Bilbao, en Begoña, cerca de la cárcel de Larrinaga, se le ocurrió pedir visitar un gran convento de frailes que por allí se alza y que hemos visto levantar. Llamó a la portería, manifestó al lego portero su deseo y éste fue a comunicárselo al prior. Llegó éste, curioso del motivo que llevara a mi amigo a la visita y acaso sospechando si le habría tocado la gracia o iría a encargar algunas misas. Fuele mostrando la casa y tratando de sonsacarle sus sentimientos. Llegaron a la librería, y el fraile, mostrándole el estante que guardaba las obras de los Santos Padres, le dijo solemne extendiendo la diestra: “¡Aquí está todo!” Volvióse Soltura a escudriñar lo demás y, señalando un libro, dijo: “Veo que tienen ustedes también a fray Ceferino González.” El cardenal dominicano. El fraile, que no era dominico, contestó: “Sí; es un gran teólogo, tomista y buen apologista.” A lo que mi amigo: “Sí, pero...” No bien oyó el fraile no dominico este “pero...”, cuando se le encendió la cara, sacó otro libro de la estantería, se lo puso sobre la palma de la mano izquierda y, dando sobre él con los nudillos de la derecha, exclamó: “Usted lo ha dicho, usted lo ha dicho; ése transige con el liberal, pero éste le machaca, le machaca, le machaca...” No supo mi amigo quién era aquel que machacaba, machacaba y machacaba al liberal con quien transigía el cardenal R. P. fray Ceferino González, O. P. Que hasta transigió con el transformismo darwiniano, como más adelante el P. Arintero, también dominico.
¡Cuántas veces hemos tenido que acordarnos de aquel “le machaca, le machaca, le machaca”! Al liberal, se entiende. Y nuestros mauristas, los de don Antonio Maura, no machacaban al liberal, como querían nuestros tradicionalistas, mauristas en el sentido francés del siglo XVII. Don Antonio Maura transigió con la dinastía liberal borbónica; fue lo que hace cuarenta años se llamaba un mestizo. Transigió, siendo católico, con el régimen liberal.
Y con esto nos encontramos, otra vez, con el régimen liberal, del liberalismo, que es pecado “en todos sus grados y matices”, que decía Sarda y Salvany, el autor del “áureo librito”. Y con ese régimen no cabe transigencia por parte de los netos tradicionalistas, sino machacarle. Y machacar al liberal
Machacar al liberal y no al liberalismo; porque en esos que dicen sentir como un deber patriótico el no acatar sino por forma e interinamente el régimen —el liberal, se entiende—, en esos el resorte de acción política es un resorte de resentimientos personales. Se trata de cobrarse de adversidades individuales: se trata de represalias; se trata de desquite. ¿Colaborar con los del régimen? ¡Jamás! ¡Machacarlos, machacarlos, machacarlos! Son tradicionalistas—y no me refiero precisamente a los que específicamente se denominan así y antes carlistas—, y la tradición de nuestras guerras civiles ha sido ésa —de una parte y de otra—: machacar, machacar y machacar. ¡Y con qué machos!
¿Que a ellos, a esos tradicionalistas, a los del otro régimen, se les ha machacado en el que llaman el ominoso bienio de una manera muy... tradicional? ¡Claro que sí! Se dejó incendiar conventos e iglesias y hasta se excusó los incendios, pues los conventos no valían la vida de un buen petrolero; se confiscó, con crimen de Estado y contra justicia, los bienes de una Compañía disuelta; se aplicó, sin proceso regular y sin expedientes justificativos, una ley llamada de defensa; se llamó revolución a lo que no era más que machaqueo; se insultó al adversario y se le calumnió...; todo esto es, desgraciadamente, histórico, pero... Aquí lo del fraile al “pero” de Soltura: “¡Usted lo ha dicho; ése transigía con el liberal, pero éste le machaca, le machaca, le machaca!...”
No, no es restauración, no es renovación de tradiciones lo que esos supuestos renovadores buscan, sino venganza y desquite. Y vuelta, sólo que del otro lado, al machaqueo de las llamadas responsabilidades. ¿Será que aquello que Cánovas del Castillo llamó la constitución interna de España no sea más que el estado de permanente guerra civil? ¿De esta guerra civil que aquel antiguo republicano —de los primeros, en orden de tiempo, en España— que fue Romero Alpuente declaraba ser “un don del cielo”? ¿Será que hay siempre que declarar a alguien fuera de la ley?
Y vea usted, mi querido amigo Miguel Maura, cómo de aquellos mauristas franceses del siglo XVII, de aquellos benedictinos tradicionalistas de la Congregación de San Mauro, hemos venido por los mauristas de su padre de usted, don Antonio, los que transigían con el liberal, a parar a estos renovadores y restauradores a quienes en el fondo apenas si algo se les da de tradición, ni de liberalismo, ni de regímenes, sino de machaqueos y de desquites. ¡Y España... que se hunda!
No hay comentarios:
Publicar un comentario