El Sol (Madrid), 8 de mayo de 1932
La conferencia que anoche dio D. Miguel de Unamuno en el Liceo Andaluz fue escuchada por un público muy numeroso. El ilustre rector de la Universidad de Salamanca no se limitó a hablar de los Estatutos, sino que al hablar de éstos, habló preferentemente de España y de los españoles.
Para D. Miguel, en esto del federalismo no hay sino una cosa cantonal, aldeana, en la que ha venido a cristalizar la pedigüeñería. No quiere un cierto tipo de español aldeano convencerse de que una nación es un organismo en el que el órgano más rico da más y recibe menos, y el órgano más pobre da menos y recibe más. Por eso este español plantea problemas artificiales con violencia perniciosa.
Lo que importa es afirmar la personalidad del individuo —no la de las regiones— en un ideal de hispanidad colectiva. De lo contrario, sólo se conseguirá aumentar el número de gentes resquemoradas, resentidas, malcontentas.
Cree el Sr. Unamuno que lo de la bilingüidad no puede ser sino un estado transitorio. De Valera —dice—, si piensa algo, piensa en inglés, porque en irlandés no se puede pensar lo que De Valera piensa. En vascuence se puede pensar cómo se alimenta a una vaca y como se cultiva el maíz; pero nunca las ideas básicas del nacionalismo bizcaitarra. A pesar de esto —añade— el fanatismo nacionalista de mis paisanos llega a extremos inconcebibles.
En Italia y Francia —apunta el Sr. Unamuno— hay mayores diferencias dialectales que en España. Sin embargo, allí la tendencia a la unificación idiomática se acentúa más cada día. Y es que la Gran Guerra ha sido para esos pueblos una gran lección y porque en ellos alienta como ideal la defensa de la personalidad integral y la lucha contra todo lo que pueda provocar el achicamiento del alma nacional.
Los catalanes serán más catalanes cuanto más españoles sean. La catalanidad tendrá que ser descubierta en lengua universal. Precisa no olvidar, o aprenderlo si se ignora, que en latín descubrieron su conciencia los pueblos de Europa.
Don Miguel de Unamuno se concreta al Estatuto de Cataluña, y se hace esta pregunta: ¿Será aprobado? ¡No lo sé! —se responde tras larga pausa meditativa, y añade—: Lo prudente es dejarlo, pues su aprobación bien pudiera ser el principio de la lucha.
Don Miguel de Unamuno resume las ideas de su interesante disertación, ideas que viene sosteniendo desde siempre y con fervor españolísimo, y termina insistiendo en que hay que darse por entero a defender la personalidad individual y a procurar que en Castilla y en Cataluña, que en Andalucía y en Vasconia, en todas las regiones, el hombre adquiera la idea de una España, una y universal.
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