El Sol (Madrid), 30 de junio de 1932
Empezamos a observar que desde hace algún tiempo empieza a extenderse por España —¿otra moda más?— el signo de la cruz svástica —“gammata” y también “disimulata”—, de significación tan agorera y fatídica en países de Centro Europa. De cruz, de cruz cristiana tiene muy poco hoy. En su origen parece que fue un símbolo solar.
En las estelas funerarias, sepulcrales, grábase el sol con dos o más ss cruzadas y encerradas en un círculo; mas como para grabar a cincel en piedra el ángulo es mucho más hacedero que la curva, de ese emblema curvilíneo nació el rectilíneo, del mismo modo que de las minúsculas curvilíneas, pintadas, sean a, m, n, salen las mayúsculas rectilíneas angulares, grabadas, epigráficas, A, M, N y otras. De aquel emblema solar curvilíneo, quitado el círculo, surgió, pues, la svástica. Las dos ss cruzadas se hicieron como dos zz de ángulos rectos, y resultó una cruz disimulada, hecha de cuatro escuadras. Y, ¿qué hay de cruz?
Hemos visto esa cruz disimulada, de escuadras, en una que se dice bandera de Hispanoamérica, con cuatro cuarteles: blanco, rojo, azul y amarillo, y que es la de la Liga Pro-Hispanoamérica —L. P. H. A., ¡claro es!—, Federación —¡hum!— de Nacionalidades hispánicas. Pero lo que más nos ha llamado la atención es ver adoptada la cruz esa de disimulo por los nacionalistas vascos. Y esto nos ha hecho remontarnos a nuestra primera mocedad, la puramente vasca, cuando allá, en nuestra nativa Euscalerría, en Vizcaya, oíamos que los vascos adoraban la cruz antes de Cristo y morían en ella, en la cumbre del Irnio, cantando a sus dioses, o al Sol. Y aun oíamos —la fantasía no tiene freno— que de aquella cruz o “Lauburu”, esto es, cuatro cabezas, hicieron los romanos su “lábaro”. Con otros mitos y leyendas, nacidos los más de ellos de una erudición confusionaria. Y ahora, por lo visto, se ha creído que ese signo sepulcral, común en éste, las funerarias, vascas o no vascas, cristianas o no cristianas, es algo así como un emblema racista.
Emblema racista, y del más bárbaro e inculto racismo, del racismo xenofóbico y antisemítico, es la svástica, la cruz disimulada, en Alemania y en Austria, entre los pueblos germánicos. Y así esa cruz no es ni cristiana, ni católica, ni propiamente es cruz. No es cristiana, pues Cristo mismo y sus apóstoles, entre ellos Pablo, el apóstol de los gentiles, fueron —y son— judíos, y el cristianismo es tan semítico como ario. O mejor: está sobre semitas y arios y camitas y negros y amarillos y todo linaje de razas; es católico o universal. De donde esa cruz disimulada, ese escuadrado símbolo solar, es anticristiana y anticatólica. Y en otro respecto, riñe con el sentido de la escuadra masónica, que cuadra muy bien a los semitas.
Hay dos universalidades o catolicidades: la universalidad cristiana, que reunió a todos los pueblos, sin distinción de razas, que formó la primera Internacional —y de proletarios, de esclavos, que tales eran los primitivos cristianos de las catacumbas de Roma—, y la catolicidad socialista, la que en 1864 fundó la Internacional socialista al grito de: “Proletarios de todos los pueblos, ¡uníos!” Y esto que Marx y Engels fundaron sobre fe y esperanza de aquendidad, terrenales, respondía a lo que Pablo de Tarso, más que otro cualquier cristiano, había fundado sobre fe y esperanza de allendidad, celestiales. Dos universalidades, dos catolicidades, que aunque fundadas en fes y esperanzas distintas, si bien no opuestas, en rigor no se excluyen. Y la caridad une los dos reinos. Como también se completan, en rigor, la interpretación materialista y la interpretación religiosa de la Historia.
Lo que se queda fuera —y en contra— de ambas universalidades, de ambas catolicidades, de la cristiana y de la socialista, es el nacionalismo racista de la svástica. Aunque empieza a apuntar un monstruoso internacionalismo nacionalista, un racismo de las diferentes razas. Una locura.
Esta hoy ya fatídica palabra de “raza” es —ya lo hemos dicho antes— de origen español, y equivale a raya o línea. Se dice de “raza de sol”, y “raza” se le llama en un tejido a una hebra. Raza es, pues, linaje, de línea. Y análogo es casta. Y como estas voces empezaron a usarse en ganadería, siguen teniendo un sabor de animalidad. Las concepciones racistas suelen ser concepciones zoológicas si es que no zootécnicas, de ganadería. Los racistas, quieras o no, a sabiendas o sin saberlo, consideran a los pueblos como ganado, como manadas. Generalmente de ovejas, a las que hay que esquilar. Quieren razas puras, en que se conserven los caracteres diferenciales —el hecho diferencial—, que les hacen razas.
Y ahora, ¿qué sentido tiene esa svástica, esa cruz disimulada, esa cruz anticristiana y anticatólica, ese emblema solar, que ostentan, tal vez como amuleto, algunos de mis paisanos vascos ? Sospecho que no tiene sentido alguno; que es otra puerilidad más de esos ingenuos e inocentes diferencialistas. Es jugar a la emblemática y al fetichismo. La voz la tomamos del francés, que, a su vez, la tomó del portugués “feitiço”, nombre que se daba a los idolillos o “hechizos” —que tal es el vocablo castellano— de los negros de las costas del Africa portuguesa. Un diosecillo hechizo, facticio, hecho de mano de su adorador. Que se adora en él a sí mismo. Y la puerilidad racial —y racista— de caer en tales adoraciones fetichistas entra en lo que el Catecismo de la doctrina cristiana, el del padre Astete, S. J., llama “agüeros, hechicerías y cosas supersticiosas”. Quedando, pues, en que la svástica es emblema anticristiano y anticatólico. Y zoológico, no antropológico. Animal y no humano.
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